Bicentenario de un país, oportunidad para construir otro mejor

2019-02-27T10:53:32-03:00 08/07/2016|

Llegamos al 9 de Julio de 1816 con cierta indiferencia. La sociedad abocada a sus asuntos cotidianos, y en el marco de una nueva crisis, que como todas las crisis profundas que tuvo nuestro país, puede servir como punto de partida para un nuevo sueño.

Es nuestra obligación devolverle el peso a la fecha de nuestra Independencia, para comprender el triple significado que nos proyecta.

El repaso de la historia, nuestro presente, y lo más importante… cómo seguimos construyendo una Nación, que hace apenas doscientos años no era una Nación, que sufrió un proceso de trastornos permanentes en su crecimiento, y claro no hace falta explicarlo, vive un presente repleto de interrogantes y dudas sobre los caminos que debemos abordar.

En este 9 de Julio, caben larguísimas disquisiciones si el objetivo es encontrarle sentido esencial al que registramos hoy como hecho histórico, a aquellos congresales reunidos en Tucumán a quienes evocamos.

A 200 años de ese día, la simplificación de la Independencia de la Patria le ha ganado en la lectura, a la complejidad del aquel proceso que derivó en la mítica reunión de nuestros patriotas y el solemne acto de proclamación que incumbe a todos los que lucharon por ella.

Porque incluye también a los que siguen luchando y lo seguirán haciendo mientras construimos nuestra historia.

EL PASADO QUE VUELVE A INTERPELARNOS

Para cualquier lectura de aquel escenario es imprescindible considerar que cada una de las Naciones que se parieron en aquellos años, fueron el resultado de las disgregaciones y construcciones desarrolladas durante décadas a lo largo del siglo XIX.

Para pensar la época, “primero -dice Fradkin- hay que romper el mapa – retrospectivo- que cada uno tiene en la cabeza, esto es el mapa de los Estados Nacionales”. En verdad la referencia remite “a un mapa mucho más grande al que luego nos habituamos y conocimos…”

Raúl Fradkin, especialista en federalismo y proceso de conformación del Estado, nos dice “ hay que pensar primero que por aquellos días, no estaba muy claro que abarcaba lo que luego sería nuestra República Argentina, y menos aun, lo que serían Bolivia o Uruguay, por citar dos ejemplos paradigmáticos”.

Y es allí, donde nosotros, santafesinos, tenemos mucho para decir. Apenas meses antes, nuestros representantes viajaron al Congreso de los Pueblos Libres convocado por José Gervasio Artigas, y concretado, en el hoy denominado Arroyo de la China, en Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos.

Allí se expresaron a favor de la emancipación y la Independencia, impulsando un sistema federal integrado que no se concretaría de ese modo hasta mucho tiempo después, y me animo a sostener que es el mismo sistema por el que, aun hoy, trabajamos cotidianamente, cuando reclamamos por la equidad de los recursos federales.

Los hombres que ejercieron nuestra representación sostuvieron el inalienable derecho ciudadano de tomar las riendas de su propio destino, organizarse políticamente, y decidir su propio modelo económico, sostenido por un país que hiciera realidad los principios de igualdad y libertad.

Para ellos, la Independencia, no sólo consistía en independizarse de España, sino también de ejercer en plenitud la capacidad de ser libres eligiendo su propio destino, sin verse obligados a tolerar la voluntad de los intereses extranjeros.

La Independencia entonces entendida no solo como la liberación de la colonia española, sino también, de organismos internacionales o enormes grupos de poder económico que intentaran limitar nuestra soberanía.

Tan cierto es esto, como que los hombres claves de aquel 9 de Julio, más allá de su representación de las regiones del Centro, Cuyo y Norte, escuchaban de Belgrano, de San Martín, de los prohombres de nuestra historia, la perentoria necesidad de asegurar la Independencia impostergablemente.

Por eso, porque no hemos terminado nunca de cumplir con aquella decisión emancipadora de nuestros libertadores, es que cada vez que conmemoramos nuestra Independencia, la realidad también nos interpela.

LOS AÑOS, LAS TURBULENCIAS, LAS DEUDAS CON AQUEL 1816

Desde entonces, no solo nuestra país, sino también el continente, con intermitencias que honraron aquella Independencia, siguen soportando la injerencia, -que no el dominio directo-, de actores externos empeñados en imponernos la formulación de políticas económicas, los posicionamientos en política exterior, la implementación de políticas públicas y el rumbo del Estado Nacional en general, tal y como lo intuyeran los pueblos presentes en el Congreso de los Pueblos Libres y el mismísimo Congresal Medrano.

Dos siglos pasaron en los que siempre triunfó el desencuentro y la división de nuestro pueblo. Modelos excluyentes, populismos, gobiernos militares genocidas, y una democracia incipiente que sufre las consecuencias del tironeo entre los pocos que más tienen y los muchos que no tienen casi nada, fueron lacerando nuestras posibilidades de concretar aquella Nación que nos prometimos el 9 de julio de 1816.

Lo cierto es que, en consonancia con el pensamiento de quienes fueron construyendo las bases de este presente, somos muchos los que creemos que deben ser el Estado, en sus distintos niveles, quien debe abrir compuertas para la participación plena de ciudadanos que han ido construyendo, entre otras cosas, la continuidad de estos maravillosos años de democracia que venimos consolidando juntos, al tiempo que continúan luchando para desterrar opresiones e injusticias.

EL FUTURO EN NUESTRAS MANOS

Desde Santa Fe, como provincia históricamente activa en la construcción diaria de la República, seguimos teniendo las mismas convicciones y responsabilidades que hace dos siglos atrás.

Después de muchos años de intrascendencia, venimos recuperando nuestra identidad y trabajando en esa dirección: alguna vez la historia recordará que fue nuestra provincia la que se encargó de ponerle fin, a través de una pelea en la Corte Suprema de Justicia, a una larga injusticia de la distribución de los recursos.

Celebremos la Independencia, si. Celebremos los doscientos años, si. Pero aprovechemos para pensar generosamente, como aquellos hombres de 1816, en las generaciones que vienen, y en el país que van a recibir.

Por todo esto, este aniversario nos obliga a redoblar esfuerzos para cumplir con el legado que ellos nos transmitieron, pero también a volver a escuchar a nuestros ciudadanos, construyendo desde la política la inseparable unidad que nos hará libres, iguales, independientes, soberanos y orgullosos de continuar construyendo aquella gesta.